Porque sí, porque la vida lo quiso, soy así. Apasionada y dulce, analítica, pragmática. Acepto la realidad, no me engaño más. Ya me engané, ya me engañaron. Lo lamento, por ellos, no por mi. El dolor, como el sol, madura, forma. y por eso, porque sí... Soy asì.

martes, 24 de noviembre de 2009

El Misterio que encierra tu mirada




Otra vez estoy aquí…

De nuevo ante tus ojos, convocada por el profundo misterio que encierra tu mirada. ¿Es hastío, ignorancia o ironía? ¿En que piensas, con tus ojos, fijos, allá en la lejanía?

Han pasado los siglos y los hombres, continúan debatiendo tus motivos. Que si es duda, temor, tristeza o desconsuelo. Algunos creen que esos ojos y las manos, protegiendo tu regazo, insinúan de un futuro heredero la llegada. Otros hablan de altivo aburrimiento, desdén o quizas, cruel sometimiento.



Insinuan tambien los maldicentes que tu mirada, fija en el espejo que te enfrenta, quiere confirmar si puedes parecer inteligente, gracias a la frente que luces depilada.

Aún peor, sucias mentes de aquel tiempo, sugirieron la existencia de ilegales amores con el pintor que plasma tu retrato.

Sagaz o boba, mujer sutil o muñeca que decora la residencia del rico mercader que es tu marido. Con un gesto indiferente, acaso negligente conquistaste a los hombres y a la historia.

¡Y pensar que esta fama por la que otros dan la vida y hasta el alma, llegó a ti por algo tan banal como tener los ojos nublados por algunos grados de miopía...!

María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo


Buenos Aires, 18 de julio de 2006

Derechos Reservados



LA GIOCONDA . LA OBRA MAS FAMOSA DE TODA LA HISTORIA .
Está pintada entre 1503-1506, sobre una delgada tabla de madera de álamo , extraordinariamente frágil . Se conserva en el Museo del Louvre en una urna de cristal a prueba de balas (Hay quien afirma que soportaría el impacto de un misil). Leonardo preparó minuciosamente la tabla , con múltiples capas de enlucido. Dibujó el motivo del cuadro y después aplico el óleo, sabiamente diluido en aceite esencial. Ello le permitió aplicar innumerables capas de pintura en forma de veladuras , con finas pinceladas imperceptibles que magistralmente aplicadas hacen tan real a este cuadro. La técnica se ha dado en llamar "Sfumato" .Consiguiendo un difuminado de los contornos de la figura , jugando con luces y sombras que dotan al personaje de relieve y de misterio. La figura de la modelo adquiere una humana vitalidad, con una inefable expresión en el rostro, que parece observarnos y meditar. Las manos parecen dotadas de movimiento.El paisaje se pierde en la lejanía, diluyéndose en la nada, como sucede en la observación de la realidad. Esta técnica permite una ejecución perfecta de las carnaduras, gracias al tratamiento refinado de la figura, que está sumida en un claroscuro ambiental.

jueves, 19 de noviembre de 2009

En tus brazos (Poesía libre)



En tus brazos,
soy eterna, soy fugaz.
Río, gimo,
Ruego,
exijo
y gozo,
gozo,
gozo…
Sin querer nunca parar.

En tus brazos,
soy la hembra,
la diablesa
que, posesa,
pide más,
y más... y más.

En tus brazos
recorro
cielos y llanuras,
y me hundo en las
profundas simas del mar.
Me elevo hasta el infinito
y llego, aún,
mucho más allá.

Soy la esclava,
soy la dueña.
Niña que busca cobijo
y madre que te quiere cobijar..
Boca que ansiosa busca alimento
y pecho que te quiere amamantar.

Tierna oveja, cruel tigresa,
dulce lago que te acuna
y mar bravo que te asusta,
cuando intuyes
su profunda oscuridad.


En tus brazos
Soy la diosa,
que a sus gustos,
te somete.
Y hembra débil, desvalida,
que su cuerpo
te entrega, sometida.

Corza que se esconde,
en la fronda, o picaflor
que no cesa de libar.
Lava ardiente de volcán,
fresco torrente de montaña.
Aroma de flores estivales
y salobre gusto a mar.

Dulce fluir de sentimientos
salvaje catarata de sentidos,
que me hacen vibrar cuando
unidos en estrecho abrazo,
dejamos que nos lleve la cálida
e incontenible marea de la vida.

Ahora, me pregunto...
¿por qué, cuando los abres,
te conviertes
en un desconocido?
Un si acaso...
un si hubiera...
si pudiera...

Dime hombre:
¿Por qué tu potencia,
tu dominio, tu exigencia,
tu arcana y sensual sabiduría,
se opacan, oscurecen,
desvanecen,
si no tienes, entregado,
entre tus brazos
el cuerpo de una mujer?

María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo



Buenos Aires, noviembre de 2009

Derechos Reservados





viernes, 13 de noviembre de 2009

Al conjuro de la noche y de la luna
















“El día tiene ojos, la noche orejas” (Proverbio persa)





Eran las últimas horas de la noche. La charca reflejaba en sus aguas el pálido semblante de la luna. Hombres y mujeres reunidos a su alrededor esperaban. ¿Qué esperaban? ¿A quien? No sabían. Nadie lo sabía. Tan solo podían decir que una oscura pulsión los incitaba a caminar erráticamente por la ribera. La sangre golpeaba, salvaje, en sus arterias y se miraban uno al otro, expectantes.
Se habían citado, casi sin palabras, con gestos, ademanes y sonrisas. El cimbreante ondular de unas caderas, una boca entreabierta, una mirada sugerente habían logrado que se dirigieran, sin notarlo, hacía esa pequeña laguna, situada el bosque cercano a la aldea.
A través de las nubes que, por momentos, la velaban Selene descubría bajo su blanca luz el brillo ominoso del acero, que algunos hombres blandían en sus manos. Ora con gesto protector, ora con ademán amenzante.
De pronto, como obedeciendo a una voz interior, cambiaron al unísono esa marcha sin destino por un lento y rítmico vaivén. Bailaban alrededor de la laguna invocando a los misterios. Un Hado sin nombre. Un Acaso que definiera de una vez la sinrazón que los guiaba.
El sonido de las ajorcas en los brazos femeninos marcaba la cadencia de sus movimientos, generando una melodía que acallaba los sonidos de noche. Bailaban. Sus movimientos eran cada vez más incitantes, los cuerpos ondulaban, sensuales, las bocas entreabiertas, los ojos en los ojos. Los cuerpos se acercaban y alejaban al ritmo del latir de la sangre en sus arterias. Seguían en su hipnótico danzar sin saber que, al compás de su danza, desde el fondo de la noche, se acercaba lento y poderoso aquello que estaban esperando. Con su presencia la espesura se llenaba de dudas y sorpresa...

Poco a poco, los danzantes fueron percibiendo el sonido de la maleza abriéndose a su paso. Lenta pero constante, su presencia se acercaba precedida por un sordo retumbar de cascos. La alegría que, al principio los embargó por hallar respuesta a su reclamo, fue dejando lugar a un temor irracional y profundo. ¿A quién habían invocado? ¿Quién o qué respondía a su llamado? La danza se hizo cada vez más lenta hasta que se detuvieron.

El sonido de ramas rotas y pasos que se acercaban, hizo vacilar su estólida certeza. Un silencio espeso ocupó el lugar del sonar de las ajorcas. Los gestos que antes los habían convocado ahora los separaban y poco a poco, paso a paso fueron alejándose de la charca. La fronda que los rodeaba era ahora lúgubre y amenazadora. Dejaron de sentirse unidos por el conjuro de la luna y bajando la mirada, primero lentamente y luego en franca huída, abandonaron el lugar de la reunión.

El último de ellos llegó a entrever la sombra de aquello que habían conjurado y comprobó, con horror, que no era uno sino muchos los que en tropel avanzaban hasta el agua. Se refugiaron en sus cabañas y permanecieron a oscuras, temblando de frío y miedo, mientras rezaban a los dioses invocando su protección.
Llegó la aurora y con ella, los primeros rayos de sol. Recién cuando éste iluminó por completo la comarca, algunos valientes se atrevieron a acercarse a la laguna para saber que era aquello que los había espantado

Grande fue su sorpresa y su vergüenza, cuando vieron las figuras mansas del ganado que, había escapado del corral por las puertas habían dejado abiertas, para ir a abrevar a la laguna.

María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo

Noviembre de 2009

Derechos Reservados



lunes, 9 de noviembre de 2009

El gato y el amuleto (microcuento)

Cuando publiqué el microcuento "El gato", mi amiga Melibea me preguntó:"¿Y qué hizo el gato con el amuleto?"
Creo que ésta es la respuesta:


Fui en papel de arroz sólo un negro trazo.
Por el amuleto transmuté en gato.
Deseando algo más, robé el talismán.
¡Que gran error!
Ahora...soy nada.


María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo

Buenos Aires, noviembre de 2009
Derechos Reservados

domingo, 1 de noviembre de 2009

LA CITA



A veces, un párrafo despierta en nosotros imágenes y situaciones que nos convocan.
En este caso el párrafo pertenece al cuento "Okno, el esclavo" de la escritora argentina Silvina Ocampo.


LA CITA

"Mi miedo, cuando no es mío, me intimida. De noche preparo mi temor futuro de la aurora, al apagar las luces. Estoy en mi sala de trabajo. La luz de la tarde y la luz eléctrica de las habitaciones construyen edificios complicados. Todas las partes de los edificios son diferentes." Algunas, de plata y de cristal, convocan princesas de cuento que esperan, anhelantes,la llegada de su amado. Otras, lóbregas y tenebrosas, informes y rocosas, sugieren que la maldad anida en sus entrañas… Tambien las hay que semejan viejos carteles de propaganda de los años cincuenta con sus ventanas iluminadas a través de las cuales se divisa a la familia feliz, sentada alrededor de una mesa compartiendo su comida.

Empero, la más aterradora se halla frente a mí. Es la ventana de una pequeña habitación. Son tan blancas sus paredes que parecen enlozadas. Pocos muebles, una cama, una mesa y un minúsculo ropero. En la mesa un plato con restos de comida, migas de pan, un botellón con agua y un jarro de cerámica. Asomado a su ventana, como todas las tardes a esta hora, un hombre mira hacia la nada. Sus ojos escudriñan la distancia, las manos se apoyan, desmayadas, en el alfeízar de la ventana. Parece que la paz y la calma lo circundan. Sin embargo...


Sin embargo, por momentos los dedos se curvan como garras y un rictus angustioso contrae sus facciones. Su cuerpo se tensa y arquea su espalda como un felino, dispuesto a saltar hacia su presa. Y así pasan los segundos… El tiempo se detiene y los segundos parecen siglos. Luego suspira y se relaja. Hace tiempo que lo piensa. Hace tiempo que lo intenta, pero en vano.Despues, eleva sus ojos hacia el cielo y parece musitar unas palabras. Hoy no es el día, quizás mañana…

Por fin se incorpora y esbozando una sonrisa, cierra la ventana, no sin antes dirigir hacia el vacio una mirada llena de promesas. Quizás mañana. Quizás mañana...

Mi miedo, cuando no es mío, me intimida, pero tambien me atrae. Es por eso que no puedo sustraerme a la cita cotidiana...

María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo



Buenos Aires, 1 de noviembre de 2009


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