Ella, la otra, calcula cada paso que dá como un general que planea sus batallas. Yo, en cambio, disfruto de las cúpulas de Buenos Aires, los crepúsculos y un café junto a mis amigos.
Ella titubea y se lleva las cosas por delante, en su afán por continuar participando en la vida que llevan los demás. Eso me abochorna a MI, que en la soledad, soy eficaz, rápida y segura. Por eso trato de convencerla de que sea fiel a sí misma y no trate de ser la persona que los demás esperan que sea.
Ella disfruta del barniz de cultura e intelectualidad que tenía antes del cambio y Yo...lucho, con denuedo, para recuperar ese prestigio. Es dura la tarea pues que mis ojos enfermos son un obstáculo difícil de franquear.
Compartimos el gusto por la música de cámara, Bach, la New Age y leímos (por no decir devoramos) libros de antropología, novelas, ciencia-ficción y autoayuda. Aunque a la otra no le gusta mucho admitir esto último, debo reconocer que nos ayudaron mucho en los malos momentos.
Su existencia impide que muchos me conozcan. Esto, a veces, es cómodo pues no quiero vivir dando explicaciones por ser como soy. Algunos me descubren, no se dejan engañar por la otra, y les gustó así. Vivo en la espera de que eso suceda, que Ella no desvíe la atención o genere rechazo.
Pero no reniego de Ella pues ambas somos una y Yo soy las dos; y cada una, si quiere, puede hacer el trabajo de las dos.
Nos pasaron las mismas cosas, es cierto, pero mientras que a Ella la obligaron a reducir sus expectativas y renunciar a ciertas metas, a Mí me abrieron nuevos caminos, otra forma de vivir y ver la realidad.
Por eso, la otra y yo somos inseparables y complementarias. La luz y las sombras, el día y la noche, la saciedad y el hambre, el odio y el amor, el aleph y el nadir, el todo y la nada... La vida en suma.-
María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo
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