Porque sí, porque la vida lo quiso, soy así. Apasionada y dulce, analítica, pragmática. Acepto la realidad, no me engaño más. Ya me engané, ya me engañaron. Lo lamento, por ellos, no por mi. El dolor, como el sol, madura, forma. y por eso, porque sí... Soy asì.

sábado, 9 de octubre de 2010

de Mujeres...Ana I - Mañana lloraré...

Con "Mañana lloraré" comienza una serie de relatos cuyo tema serán  las mujeres.
Mujeres que cruzamos en la calle, en el supermercado o en el subterráneo. Mujeres de las que, a veces, sólo percibimos el rastro de su perfume cuando subimos al ascensor. Mujeres que viven en el departamento de al lado, en el edificio de enfrente, en la casa de la esquina  o en nuestro propio hogar. Mujeres cuyas vidas entrevemos en la letras de un mail, en charlas de chat.

De esas mujeres que pasan por nuestras vidas, dejando una marca imborrable, o quizás apenas un leve roce.

De esas de quienes sabemos muy poco y que  llevan en su historia grandes alegrías o insondables tristezas.
Acerca  de ellas tratarán estos relatos.

ANA I 
Mañana lloraré 


Como todos los días, Ana estaba en el dormitorio frente a la computadora. Ejercía con empeño la tarea de fingir que se estaba comunicando con el mundo. Veía, leía en realidad, lo que decían sus amigos virtuales. Hablaban de trabajo, hijos, nietos y de su vida.
Veía desfilar ante sus ojos la concreción de lo que había deseado desde su más tierna infancia y que no había podido tener, una familia, hijos, nietos. La mesa grande de los domingos, hasta había hecho coincidir el día de su boda con el cumpleaños de su madre para seguir su idea de familia unida.
Todavía recuerda cuando, días antes de su casamiento, guardaba la ropa en valijas para llevarla al nuevo hogar. Estaba con su hermana mayor e iba descartando los vestidos que le parecían muy ajustados pues suponía que el año siguiente estaría embarazada y no podría usarlos. El hombre propone y Dios dispone, dice el refrán y así fue que pasó que Ana nunca tuvo hijos y, peor aún, jamás consumó su matrimonio. Este último hecho fue un secreto que guardó celosamente durante años, usando su salud como excusa.
Es que, cómo iba a decir que su marido sufría de impotencia desde antes de casarse. Que se habían casado porque el psiquiatra y el sexólogo habían dicho que la convivencia facilitaría la relación. Sentía que debía proteger la hombría de su marido imputándose la culpa de la falta de hijos. Durante años dijo que los remedios que tomaba eran nocivos para la concepción y sólo cuando su médico la autorizara ellos podrían pensar en tener hijos. ¿Por qué será que las mujeres sienten la necesidad de proteger a sus hombres? Quizá porque piensan que la inseguridad afecta aún más la potencia de su compañero.

Ella decía que su novio era un buen hombre, una muy buena persona y que merecía ser feliz. Y ella sería la encargada de esa misión. ¡Cómo se equivocó!

Hoy, a la distancia, se da cuenta que ambos se equivocaron. Él fue el primero cuando, aprovechando una apuesta, la invitó a tomar un café. Eran compañeros de oficina y se veían a diario, Ana no estaba muy segura de si debía aceptar la invitación, pero finalmente la aceptó.

Carlos no respondía en lo más mínimo a la imagen que ella tenía de quien esperaba por compañero. Menos le gustó cuando, al despedirse el le dio un ligero beso en la boca, pero proyectó su vientre hacia delante hasta rozar el suyo. No fue un roce prolongado pero le pareció fuera de lugar.

Cuando entró a su casa ya estaba arrepentida de haber aceptado la invitación. Pensaba en cómo debía comportase al día siguiente, cuando se encontraran en el trabajo. No sabía lo que tenía que hacer. Ana tenía muy poca experiencia en relaciones sentimentales pues, aunque era bonita, no había tenido muchos pretendientes en su adolescencia y juventud. Todas sus amigas se habían casado y ella era la única soltera. Nadie decía nada sobre esta situación, pero ella sentía que era inferior. Toda su vida se había sentido fea, poco atractiva y era muy insegura. Lo ocultaba bajo una falsa seguridad y cierto esnobismo. Para los que la rodeaban era la rara, la intelectual, la… En realidad nunca estuvo segura de lo que pensaban de ella. Sus amigas nunca le habían presentado un muchacho y eran muy pocos los que habían hecho un pequeño acto de galanteo.

Ana no entendía por qué. Aún ahora no lo entiende. Por eso dudaba ante el avance de Carlos. Era el primer hombre que parecía realmente interesado en ella y tenía miedo de equivocarse si lo rechazaba.

Al día siguiente, Carlos la siguió tratando con deferencia y ella empezó a sentirse mal pues los demás empleados, que eran compañeros de Carlos desde hacía más de diez años, empezaron con las sonrisas de complicidad y frases de simpatía hacia la incipiente relación. Empezó a sentirse atrapada. No sabía como dar término a lo que recién empezaba sin dejar en una situación incómoda al hombre.

Siguieron saliendo y poco a poco ella empezó a quererlo. Se había sentido muy sola toda su vida, fuera de lugar siendo el número impar en todas las reuniones. Ahora había un hombre junto a ella. Alguien con quien caminar del brazo por la calle, entrar a un restaurante o un cine. Alguien que la quería. Y ella había necesitado desesperadamente sentirse querida, sentirse reafirmada en la mirada del otro. Dejar de ser la pobre chica que no consigue un novio para ser Ana y Carlos, la pareja…

Mejor no sigo recordando –murmuró-, ya debe estar hirviendo el agua de la pava. Suspirando cerró Outlook, apagó la computadora y se dirigió a la cocina. La angustia le cerraba el pecho y pugnaba por convertirse en un ronco sollozo. Trató de alzar un muro entre sus recuerdos y la realidad.

Mañana lloraré – dijo, recordando aquella película de Susan Hayward sobre la vida de la cantante Lilian Roth, que tanto la había impactado en su infancia.

Esa frase era su mantra. Recordaba a la pequeña niña, llevada a la fuerza al escenario por su madre mientras le decía: Mañana llorarás, ahora tenés que cantar. Recordaba a la niña hecha mujer, agostada por el dolor y las desilusiones. A la mujer alcoholizada diciendo: “Mañana lloraré”, antes de entrar al escenario. Por eso, mientras se preparaba un café, repetía una y otra vez, con una forzada sonrisa en los labios temblorosos: Mañana lloraré… Mañana lloraré…

Mañana... ¿Será otro día?

María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo

Buenos Aires, 9 de octubre de 2010
Derechos Reservados

Película basada en la autobiografia de la actriz y cantante Lillian Roth (Susan Hayward, nominada al Oscar), narra su ascenso al estrellato de Hollywood en su adolescencia y su rápido descenso a los infiernos del alcoholismo tras no poder superar la muerte del que iba a ser su marido. (FILMAFFINITY)
 
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