Miraba a dos chicos que estaban jugando a la pelota en la playa, y de pronto, uno me dio un pelotazo en la nariz.
Hubo una explosión de colores y no supe más de mí. Cuando recuperé el conocimiento, estaba rodeada por un grupo de personas.
¡Qué barbaridad! –decía una gorda de malla roja y capelina de paja- ¿Cómo dejan jugar a los chicos a la pelota en la playa.
¿Estás bien? –preguntó ansioso el cuarentón de la carpa de al lado, con el que había cambiado algunas miraditas el día anterior.
Estoy mareada. Creo que me rompieron la nariz –contesté, mientras pensaba: no hay mal que por bien, no venga. Por fin me habla-.
No sé cuánto tiempo estuve sin conocimiento. Lo que sí sé, es que tenía los labios dormidos l y la nariz me palpitaba como si fuera a explotar.
En eso, llegó el bañero con el médico del hotel. Y, mientras éste me revisaba, el bañero alejaba a los que me rodeaban.
No creo que haya fractura –dijo el doctor, mientras palpaba mi nariz.
¿Está seguro? –pregunté- Me duele mucho.
Seguro, si. No hay fractura. Le va a doler bastante –me contesto.
¿Tengo que ir al hospital? –pregunté a duras penas, porque los labios se me hinchaban cada vez más.
No. No es necesario-replicó -, con el analgésico que le voy a recetar y unas compresas frías, va a estar como nueva en unos días. Eso sí, le recomiendo no dormir durante veinticuatro horas.
¡Veinticuatro horas! ¿Cómo hago doctor? Estoy sola la ciudad. No conozco a nadie que me ayude a mantenerme despierta por veinticuatro horas.
A ver –dijo el -, dirígiéndose a quienes nos rodeaban- ¿Alguien puede acompañar a la señorita?
Si, yo -dijo el cuarentón, que entre nosotros, estaba muy bien -, soy Víctor, el dueño de la marisquería que está en la rambla. Si usted lo permite, quisiera ayudarla en todo lo posible. Me siento responsable del accidente, ya que fue uno de mis hijos el autor del pelotazo.
Le agradecí, tratando de sonreir con los ojos ya que no sentía la boca, al mismo tiempo que le extendía la mano para que me ayudara a levantar.
Me tomó la mano y ese fue el comienzo de nuestra historia.
Hoy, luego de 30 años de feliz convivencia con él, todavía nos reímos cuando vemos como tengo la cara en la foto que una turista me sacó en la playa, pensando que era un notición para el periódico local.
Y más nos reímos cuando el hijo mayor de Víctor, acota: Ése fue el mejor pase que dí en mi vida.-
María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo
Buenos Aires, 29 de noviembre de 2010
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