Porque sí, porque la vida lo quiso, soy así. Apasionada y dulce, analítica, pragmática. Acepto la realidad, no me engaño más. Ya me engané, ya me engañaron. Lo lamento, por ellos, no por mi. El dolor, como el sol, madura, forma. y por eso, porque sí... Soy asì.

miércoles, 21 de octubre de 2009

El gato - Microcuento






Miro hacia atrás...
Aún recuerdo mi primer ensayo en la técnica del sumi-e.
Saqué del baúl la caja roja que contenía un fetiche, papel de arroz y aquel viejo pincel.
Quise pintar un gato, más con el primer trazo, cobró vida, tomó el amuleto y huyó con él.

María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo



Buenos Aires, 21 de octubre de 2009
Derechos Reservados

"El microrrelato es una construcción literaria narrativa distinta de la novela o el cuento. Es la denominación más usada para un conjunto de obras diversas cuya principal característica es la brevedad de su contenido. El microrrelato también es llamado microcuento, minificción, microficción, cuento brevísimo, minicuento, etcétera.
escritos u orales de corta extensión aparecen a lo largo de todos los tiempos. Fábulas, adivinanzas, parábolas, epitafios, graffittis, etcétera. El microrrelato no es un fenómeno nuevo. Sienta sus bases en la Edad Media en los llamados bestiarios y más adelante es posible encontrarlo en las sentencias del Conde Lucanor, pero aún más atrás existen antecedentes en las parábolas de Jesús, vistas de forma individual, separada del texto, como estructuras narrativas completas y breves, exigencia de un microcuento. Lo que las convierte en microrelato es el lector, al individualizarlos.
Dado que el cuento, y especialmente el cuento fantástico, es en idioma español un género eminentemente rioplatense, el cuento breve es una especialización de ese género y el microrrelato su destilación máxima en autores que publican en Buenos Aires.
El microcuento nace en la Argentina en la década de los 1950 cuando con Bioy Casares, Jorge Luis Borges realiza la antología Narraciones Breves y extraordinarias, donde aparecen relatos de dos páginas hasta dos líneas. Más adelante en 60 Jorge Luis Borges escribe nuevas narraciones de microrrelatos en el libro El Hacedor, donde hay varios microrrelatos junto a poemas, Bioy en Guirnalda con amores y Julio Cortázar masificó el género con Historias de Cronopios y de Famas haciéndolo famoso en Europa.
En Estados Unidos se empieza en los años 70 y fuera del Río de la Plata en Latinoamérica se comienza a explorar con mayor intensidad a partir de la década del 80. Es, sin duda, reflejo de lo absurdo y lo fragmentario de la modernidad. García Márquez, Juan José Arreola, Denevi y Monterroso crearon las condiciones para que el microrrelato irrumpiera con mayor fuerza."
http://es.wikipedia.org/wiki/Microrrelato

domingo, 18 de octubre de 2009

¡Madre!...


(Homenaje a las Madres en su día)



Madre,
sonríes mientras
acaricias con dulzura,
tu convexo vientre-cuna.
Eres corazón desbordado de ternura,
velando con amorosa devociòn la semilla
que sembró el amor en tus entrañas.
La roja y palpitante penumbra de tu vientre
es cobijo y sustento de sueños durante nueve lunas,
para abrirse, después en el milagro eterno de la vida.

María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo

Buenos Aires, 18 de octubre de 2009
Derechos Reservados

jueves, 15 de octubre de 2009

Impulso poético



Siento,
entonces escribo…
Manifiesto sentimientos encontrados
amor, odio, ilusión, desesperanza.
Así pretendo conmover los corazones
de aquellos que leen mis escritos.
Empleo métrica, palabras y artilugios del lenguaje.
Es difícil, mas no cejo en el intento.
Con lírica o con prosa; a veces lo consigo,
y otras, por desgracia, me estrello contra muros de silencio.


María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo


Este es un estilo en el que me interesa avanzar pues me atrae particularmente y consiste en empezar con una palabra y agregar una por verso hasta llegar a un límite de diez.


Buenos Aires, 15 de octubre de 2009
Derechos Reservados



martes, 6 de octubre de 2009

Canción triste de una madrugada (3º Parte y Final)









Amanece. Vacilante en su borrachera, con el cuerpo agostado luego de otra larga noche de trabajo, Sadie camina rumbo a su hogar. No consiguío que alguien la acercara hasta su casa, f
altan pocas cuadras, pero son las que más teme.

Tendrá que pasar frente al edificio donde vivió los primeros años de su vida. El que atesora sus mejores y peores recuerdos. La escalera de acceso de los veranos calientes y los juegos infantiles. La ventana del living donde aún parecen titilar las luces del arbol de la última navidad que pasaron en familia. Verá tambien la ventana de la cocina, esa desde la que vió, impotente, como su padre, enceguecido de alcohol y celos, hundía un cuchillo en el pecho de su madre. Hará un esfuerzo para no dirigir sus ojos hacia ellas pero, como todas las noches, cumplirá con el rito de su auto flagelación.

-Si no hubiera hablado-murmuraba-si no hubiera hecho ese comentario.¡ Pero sólo tenía 6 años y quería saber todo, acerca de lo que me rodeaba!

Estabas sentada en la mesa del comedor viendo cómo tu papy terminaba la decoración navideña. En ese momento estaba colgando la corona de muérdago del vano de la puerta. Entonces preguntaste:

-Daddy ¿Es cierto que el múerdago sirve para que la gente se dé un beso cuando pasa debajo de él?

-Sí,querida- contestó su padre en un murmullo mientras sostenía un clavo entre los labios.

-¿Sólo pueden besarse allí?

-¡Aja! -volvió a murmurar el padre.

-¿Y todo el mundo sabe que sólo puede besarse ahí?-volviste a preguntar.

-¡Si! -contestó a duras penas, un poco fastidiado por tanta insistencia.

-Entonces voy a decirle a Mamá venga al comedor y que deje de besar a James en el pasillo.

Oh, Dios!!! aún suenan en sus oídos los gritos, los insultos y los pasos de Mamy bajando las escaleras a todo correr. Pero no fue lo suficientemente rápida y los celos, y las jarras de cerveza que Papy había tomado en el bar con sus amigos, fueron más fuertes que el amor y el sentido común.

Así fue que la nieve se tiño de rosa... y los vecinos se asomaron a las ventanas, y llegaron las luces de la ambulancia y de los patrulleros a sumar su azul a las decoraciones navideñas.

Luego tendrá que pasar por el escenario de sus más grandes tristezas y humillaciones, el asilo de paredes falsamente alegres. Ahora las han pintado de celeste con rondas de niños jugando...
-En mi época eran grises, casi negras, como era la vida de todos los que estábamos allí –murmura mientras una sonrisa triste curva sus gruesos labios. Todavía la estremece recordar el primer día que pasó ahí. Llegó de la mano de un policía gordo y bonachón, que la había tratado con ternura y que no pudo evitar un mirada de tristeza cuando la entregó a la celadora.


-¡Una mona más para el zoológico. ¡Estos negros paren como conejos! ¡Vaya uno a saber en qué chiquero la encontraron!”-gruñó la mujer, con desdén-, y agarrándola de la mano la llevo a la oficina de la Directora.

Ella quiso explicarle que su casa era bonita, muy limpia.Llena de amor y alegría, que Mamy y Daddy no eran conejos, sino unas personas muy dulces y buenas que todas las noches la arropaban y besaban antes de que se quedara dormida entre sabanas y frazadas con lindo olor a jabón. No pudo. Apenas abríó la boca, la mujer le dio un sacudón y dijo-¡Silencio! ¡Aquí solo se habla si le preguntan algo! ¿Entendió?- Asustada, Sadie dijo que sí con la cabeza y caminó en silencio hasta las oficinas de la dirección. Luego de llenar unos papeles, le mancharon los dedos con tinta y los presionaron contra un papel muy raro, todo lleno de cuadrados.

Mucho después, años despues, supo, por propia experiendia, que eso se hacía en las comisarías, con los asesinos, con los delicuentes o con gente a la que no consideraban decente. Pero, ¿qué crimen había cometido ella? Nadie se lo quiso explicar.

Ensimismada en estos recuerdos, no se percató de estaba pasando junto a otro de los sitios que llenaban de temor sus noches, la bodega abandonada de Madison Street. No le gustaba ese lugar. El edificio, se había convertido en refugio de adictos y borrachos. Hombres y mujeres, intoxicados de alcohol, crack o polvo de angel se dejaban caer allí donde los invadiera el sopor de sus ensoñaciones y había que caminar, con mucho cuidado, evitando los bultos informes de sus cuerpos, a riesgo de desatar su furor si, inadvertidamente, se los rozaba.


Por desgracia, esto fue lo que sucedió. Perdida en el recuerdo del momento en que con unas tijeras afiladas la celadora cortaba de cuajo sus hermosas trencitas prietas –así las llamaba mamá cuando terminaba de adornarlas con un moño rojo-, tropezó con el cuerpo de un hombre y cayó encima de él. Ëste, asustado, enfurecido y casi por reflejo, la atacó con saña usando como arma una de las botellas rotas que siempre guardaba a su lado, como elemento de defensa.
Las filosas puntas de vidrio se clavaron en el pecho de Sadie y otra vez, y fue así como, en alas de un recuerdo que revivia una y mil veces, repitió aquello revivido...

Y la nieve se tiño de rosa... Y los vecinos se asomaron a las ventanas... Y las luces de los patrulleros y la ambulancia dibujaron encajes de azul en los muros de los edificios.-

María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo
6 de octubre de 2009
Derechos Reservados












domingo, 4 de octubre de 2009

Canción triste de una madrugada (2º Parte)






Era esa hora de la noche ...







Sadie baja del auto. Por suerte, un cliente la acercó hasta su barrio y no tuvo que pasar frente a las fábricas abandonadas. Es esa hora de la noche en que el cielo toma un color negro dorado y los edificios, por contraste, semejan moles de granito opaco. Algunas estrellas se reflejan en los charcos del pavimento, roto por el paso de los camiones que van hacia los diques.

Por momentos tiene la sensación de que es el único ser vivo del planeta. No brillan como hitos en su camino, las luces del bodegón de la esquina y las ventanas del insomne del tercer piso están cerradas.

Le gusta esta hora, porque le permite descansar del ruido incesante del prostíbulo con la moviola repitiendo sin parar viejas canciones, como si hubiera caído en un bache temporal del que fuera imposible liberarla. El silencio contrasta con el susurro de las mujeres en el rincón de la espera y las risas falsamente alegres de las que quieren complacer a los clientes para llevarlos rápido a los cuartos. La dorada oscuridad por la que transita, es una caricia para sus ojos, después de tantas horas pasadas entre el salón iluminado por luces de neón y las habitaciones, con lámparas rojas o azules que pretenden crear un clima de erotismo e intimidad.

Pensar que en un tiempo creyó que saldría de la miseria trabajando en el burdel. Que en dos o tres años ganaría lo suficiente para comprar un pequeño negocio en un barrio más tranquilo y empezar una nueva vida. No contaba con la astucia de la dueña del boliche, y menos con su ingenuidad.

Esa que la convirtió en presa fácil para el primer hombre que le habló de amor. La soledad y el abandono en que vivió hasta su adolescencia, más la imperiosa necesidad de ser amada, de sentir que era importante para alguien la hicieron creer en las palabras de cualquiera que quisiera aprovecharse de ella. Y no fué uno, ni dos, ni tres... Después del tercer fracaso, descubrió que el alcohol que bebía con los clientes para aumentar su comisión, era un excelente amigo fuera de su “horario de trabajo”. Y se fueron sumando los hombres a su colección de desengaños. Hasta que sólo el alcohol se quedó a su lado.

Ya no esperaba ser amada, había llegado a la conclusión de que el desamor y la soledad eran el castigo que Dios le imponía por el error cometido aquella Navidad, hace tantos años. Ahora se conformaba con encontrar un compañero, alguien con quien compartir algunos momentos de paz y felicidad. Una salida, un café, una charla una sonrisa o un programa de televisión. Pero no era así. La buscaban por el placer que su cuerpo les brindaba y una vez que eso terminaba, la trataban como si aún estuvieran con ella en el burdel y no en su hogar. Alguno se quedó más tiempo y eso la hizo fantasear con la idea de una pareja. Pero se dio cuenta de que ella, en realidad, era un buen negocio. Casa, comida y sexo gratis; más algunos dólares que le sacaban con el pretexto de enfermedades o un problema de familia.

No era éste el futuro que había imaginado cuando jugaba con sus amigas, paseando por la calle a su bebé de goma bien arropado en el carrito de madera. Soñaba con una casita blanca, pequeña pero luminosa. En el living sillones colmados de almohadones, como veía en la televisión y en la cocina una mesa redonda donde todas las noches cenarían en familia, entre charlas y sonrisas.
Tendría cuatro hijos, dos nenas y dos varones. El mayor se llamaría James, como su padre, el segundo Mike y serían chicos buenos y estudiosos. Las niñas, Allison y Samantha no tendrían su bocota de labios gruesos pero sí la piel canela de la abuela.

La estridente bocina de un camión la sacó de sus recuerdos. ¡Borracha! fue lo más suave que le gritó el conductor cuando pasó a su lado.

Suspirando, miró en derredor…

Era más tarde de lo que pensaba y el bodegón de la esquina acababa de cerrar. Dos gatos curioseaban junto a las alcantarillas esperando con paciencia a la presa que esta noche no habían cobrado. La miran expectantes, tal vez una mano cariñosa les dé un poco de comida, que los vuelva al momento en que tuvieron un hogar, cálido y feliz.

En la esquina, los semáforos cambian sus colores dando paso a los autos que no están. En la acera de enfrente se corre una cortina, abren la ventana y la cierran con premura. Un niño llora su letanía de hambre y un dulce susurro lo calma, haciéndolo callar. Se insinúa el cálido aroma del café. Comienza la faena cotidiana. Se acabó el silencio, se esfumó su reino de paz y soledad.

Ya llegó, sube a su departamento y se descalza. Ahora podrá descansar hasta la noche cuando, envuelta en la rutina, se acerque un paso más a su destino.


María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo


Buenos Aires, 4 de octubre de 2009

Derechos Reservados





viernes, 2 de octubre de 2009

Canción triste de una madrugada (1º Parte )

SADIE


Alta y flaca, pero no “fané y descangayada” como dice ese tango que saben pasar en el burdel, al contrario, si fuera por sus músculos, se diría que en vez de hacer gimnasia, se dedica al boxeo. Anda por la treintena, piel negra, nariz ancha y boca generosa. El pelo corto que a veces cubre con una peluca rubia.
–Es que los tipos tienen esa fijación- explica, con una mueca de desdén,mientras la acomoda.-

Tiene un don especial para contar chistes. En especial los de humor negro, que se ríen de la desgracia ajena. Pone cara de estúpida, y repite las barbaridades más atroces, como quien no sabe lo que está diciendo. Palabras soeces brotan de sus labios, sin que cambie su expresión de absoluta inocencia. Los que la escuchan no pueden creerlo, y algunos se sienten excitados, lo que es bueno para su negocio.

A veces, se sienta en un rincón y pasa horas acariciando a un gatito que la sigue por doquier. Eso también es bueno para su negocio, ya que los hombres miran hipnotizados cómo su mano recorre el cuerpo del animal, una y otra vez, interminablemente.

Tiene los ojos de un color castaño oscuro, con una chispa de avellana en el fondo. Los cierra cuando ríe. A veces es una sonrisa franca, una carcajada desbordante, otras una mueca irónica y nada más. Depende de las copas que ha tomado. El alcohol favorece la tristeza. La sobriedad permite la esperanza y la alegría. Charlatana y expansiva, de pronto se detiene y calla. Mira a su alrededor como buscando, hasta que encuentra algo que la saca de su encierro.

Vive en un departamento de un ambiente, que no termina de decorar. Parece que en cualquier momento puede meter todo en la valija y buscar otro lugar. Un placard abierto, descubre un remedo de kitchenet. Un anafe, la pileta y mínima heladera, que apenas caben en ese pequeño lugar. Un muñeco “patas largas” cuelga de la puerta del baño. Junto a la pared, pintada de azul, un diván de una plaza. Lo cubre una manta de crochet, tejida en largas horas frente al televisor. A ese lugar tienen acceso sus amigos y, en especial Mike, su vecino.


No tiene familia, se los llevó la vida hace tiempo. En la pared hay dos fotos. En una, se ve a un matrimonio con su hija. Está muy ajada y desteñida.
En la otra, sonríe una adolescente con un diploma en la mano. Sobre la mesita , junto al diván, la foto de un bebé y un frasco con píldoras rosadas, esas que toma cuando despierta de noche gritando después de soñar con aquella navidad, y nada más.

El resto, en su mente y sus recuerdos, que muchas veces intentó acallar.-
María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo
2 de octubre de 2009
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TRISTE VISUALIDAD



Triste visualidad, la realidad.
Campos grises de neblina,
días de opaca rutina,
caminos a nunca jamás.
No puedo aceptar la verdad.

Mar bravío, cielo sombrío
viento que punza sin cesar.
Médanos danzantes,
arenas que ocultan mis pasos
ojos anhelantes en la lejanía,
mar de soledades, encaje de olas,
océano de triste visualidad.

Riqueza de tristeza,
llantos sin formas,
manos anhelantes,
brazos circundantes,
plétora de ansiedad.
Buscar lo que no tengo,
deshechar lo que poseo,
volver sobre mis pasos,
negar la realidad.
María del Rosario Márquez Bello
Rorry, la Charo
2 de octubre de 2009
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