Porque sí, porque la vida lo quiso, soy así. Apasionada y dulce, analítica, pragmática. Acepto la realidad, no me engaño más. Ya me engané, ya me engañaron. Lo lamento, por ellos, no por mi. El dolor, como el sol, madura, forma. y por eso, porque sí... Soy asì.

sábado, 6 de febrero de 2010

SOSPECHA




Despertó angustiado. No podía respirar. Tenía el abdomen contraído y los músculos del pecho tensos, en un vano intento por llevar un poco de aire a sus pulmones.

- ¡Calma!... ¡Calma! – Se ordenaba silenciosamente, mientras procuraba seguir las instrucciones dadas por el médico – Estiró la mano, en busca del vaso con agua que todas las noches estaba en la mesa de luz.

-Un sorbo, un sorbo a la vez, seguí las indicaciones- se decía – ya va a pasar Lentamente, no importa que te cueste respirar. Un sorbo a la vez, como dijo el doctor.- Poco a poco, el agua disolvió los restos de jugo gástrico que aún quedaban en su garganta. La traquea volvió a abrirse y una bocanada de aire inundó sus pulmones.

Mientras tanto Diana, fue a buscar un toallón y otro pijama, para reemplazar
el que tenía puesto, mojado por el agua que Andrés había derramado en su desesperación. También trajo una jarra con agua fresca. Luego, se acurrucó a su lado. El aspecto compungido de su rostro, discordaba con la expresión de los ojos que, por momentos, parecían titilar de excitación. Sus ojos lo desconcertaban. Cambiaban de color según las situaciones, sombríos por instantes y brillantes hasta el exceso en otros.

Se recostó en las almohadas rememorando, mientras esperaba el sueño, el día en que se conocieron...

Fue un atardecer en los jardines que rodeaban al edificio piramidal de Tetradestino, la empresa que había concretado su encuentro. El sol de otoño reverberaba en sus muros acristalados. Diana era como la había soñado. hermosa, sensual, tierna, contenedora, dócil y dispuesta a conciliar con él. Juntos, sintiendo que eran uno para el otro, se alejaron de Tetra-destino hacia un futuro lleno de expectativas

Y estas se cumplieron. Su piel despertaba en Andrés sensaciones desconocidas. A diferencia de otras mujeres, escuchaba con interés las tediosas explicaciones que Jaime le daba sobre su colección de escarabajos y lo acompañaba, en las largas caminatas que hacía por el bosque buscando nuevos especímenes. A veces lo sorprendía al descubrir ejemplares que a él se le habían pasado por alto. Como era una experta cocinera, le sorprendía cada día con una sorpresa. A veces era un delicado plato de la cocina francesa. Otras, raros manjares de países remotos. Preparaba comida mejicana, hindú, siria, árabe y de lugares que él no había oído hablar. Los condimentaba con las exóticas especies de su lugar de origen, por lo que éstos conservaban el sabor, fuego y misteriosa atracción de su lugar de origen. Vivían un eterno y maravilloso romance, pero...

Por momentos, los ojos de su esposa se volvían opacos ante su mirada, como velando un secreto y otras veces le parecía advertir una cierta expresión culpable en su rostro, cuando no sabía que la miraba. ¡Y esa acidez!... Esa acidez que era la causante los terrores de cada noche…

-Hiperclorhidria y hernia de diafragma – dijo el gastroenterólogo- Esta es la causa de los reflujos de jugo gástrico en su esófago y de su asfixia nocturna. Debe abstenerse de comer en exceso, comidas muy condimentadas o picantes, café, alcohol, limón, tomate, ya que el jugo gástrico puede provocar un espasmo en su laringe, de tal intensidad, que la cerrará impidiéndole respirar. En especial no tiene que comer nada que tenga vitamina C, pues hemos constatado en nuestros estudios que usted muy sensible a ella.

Aterrado ante esta perspectiva, Juan cumplía la dieta rigurosamente. Además dormía con dos almohadas, para evitar que las regurgitaciones ácidas ocasionaran un accidente que podía llegar a ser fatal. Pese a todo, continuaba sufriendo esos accesos de ahogo, casi muerte. No descansaba de noche, pues el temor le impedía conciliar el sueño y, cuando lograba hacerlo, tenía horribles pesadillas. Soñaba que le acechaban, que una sombra negra se inclinaba sobre él para asfixiarlo. Luchaba con desesperación para liberarse y, cuando lo conseguía era porque lo despertaba la voz de su compañera reconviniéndole por su mal dormir, mientras acomodaba las almohadas que habían caído al suelo.
Y así transcurrió el tiempo hasta el día en que, buscando en la alacena de la cocina un poco de bicarbonato para calmar su acidez, encontró, detrás de los condimentos, una caja con potes en cuyo membrete decía” ácido ascórbico”.

¡Acido ascórbico!... ¡Vitamina C!... El detonante de sus ataques. Entonces comprendió, o creyó comprender, por qué Diana hacía tantas comidas exóticas, con sabores que no podía definir y que tanto lo deleitaban. Y supo, o creyó saber, la causa de que su acidez no desapareciera. Corrió, desesperado, a buscar ese botón que había jurado no oprimir jamás, maldiciéndose por no haber pedido que bloquearan en ella la capacidad de matar -en realidad jamás pensó que estuviera capacitada para hacerlo-. ¿Acaso entre todos los papeles que había firmado, el día que fue a buscarla, había alguno en que le dejaba todos sus bienes a ella, y por ende a sus creadores, Tetra-destino?

De todas maneras, sabía lo que tenía que hacer. Se detuvo en la puerta del dormitorio para calmarse. Entro... Diana estaba recostada en la cama esperándolo. Alzó la cabeza y lo miró. Se acercó sonriente, la abrazó y mientras la besaba, introdujo la mano bajo su blusa. Ella murmuró, incitándolo. Andrés continuó acariciándola hasta que encontró lo que buscaba. Entonces oprimió el botón. Diana, su compañera ideal, la que había sido su mujer, quedó laxa, como dormida entre sus brazos. La apartó con disgusto y abandonó la casa. Desde un bar cercano llamó a la empresa para que vinieran a retirarla esa misma noche.

Cuando regresó, no quedaba en la casa el menor rastro de ella. Una semana después lo llamaron de Tetradestino para finalizar los trámites de su devolución. Fue entonces cuando se enteró horrorizado, que el “ácido ascórbico” constituía un elemento esencial para el mantenimiento del delicado organismo bio-cibernético que era, en esencia, su muy querida Diana.

Quiso recuperarla pero fue imposible. Había sido incinerada como todos los bio-acompañantes que se consideraban defectuosos.-

Dos días después fue a consulta con el gastroenterólogo y éste le reconvino por haber continuado fumando pese a sus recomendaciones. Si continuaba con esa costumbre, no podría revertir su problema de hiperclorhidria. Andrés volvió a su casa después de hacer algunas compras. Esa noche, solo como antes, encendió el televisor y cenó opíparamente, culminó el banquete con helado de limón y chocolate, un café y whisky con hielo. Luego de fumar varios cigarrillos se fue a dormir.

No llevó la jarra con agua…

María del Rosario Márquez Bello

Rorry, la Charo

Derechos Reservados

10 comentarios:

  1. Rorry, me gustan mucho tus narraciones, demasiado buena!

    dos besos

    Darío.

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  2. Que sorpresas se lleva uno en la vida... o mejor dicho equivocaciones, la desconfianza nunca es buena hace jugar malas pasadas....

    Una entra copiosa en detalles muy bien hilados.

    Un placer leerte amiga.

    Un abrazo y un beso acariciando la primavera.

    Marí

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  3. Hola Ruben Darío
    ¡Gracias por tu comentario siempre generoso con mis textos!
    Un beso desde Argentina
    Rorry

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  4. ¡Gracias María del Carmen!
    Así es, la desconfianza lleva a cometer grandes errores. Fijate que él, aunque parecía no desconfiar, es evidente que había conservado en su memoria detalles que lo inducían a desconfiar.
    Ya, de por sí, al haber encargado una robot por compañera demostraba no tener mucha aptitud para las relaciones humanas...
    Un beso amiga... Y que bueno que por allí se acerce, paso a paso la primavera. Malo para nosotros porque, aunque nuestro otoño es bellísimo en luz y colores, nos acerca al invierno. :-(
    Rorry

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  5. Rorry!
    Muy bien definida la complejidad del ser humano. Las vacilaciones sin profundizar siempre acarrean problemas; Una excelente y muy amena narrativa. Felicitaciones!
    Recibe un cordial saludo y un abrazo, ambos con admiración y gratitud, desde México.

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  6. Qué buen relato Rorry, y como siempre muy bien escrito. Besos

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  7. Ana
    Gracias por tu visita y por comentar mi texto.
    Un abrazo afectuoso desde Buenos Aires.
    Rorry
    (Gracias por seguir mi blog)

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  8. ¡Cecilia!
    Gracias por tu comentario y por el juicio que haces de mi relato.
    Un beso de puerto a puerto
    Rorry

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  9. Siempre los peores errores humanos se dan por ignorancia en este caso perdió a su gran compañera (ideal: ya quisiera yo una así) por ignorar cual era lo que la mantenía vigente. Excelente relato de ciencia ficción. Al final, su protagonista, se quedó con su gastritis que debe ser producto ya de la vejez. Un gran abrazo

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  10. Hola El Drac
    ¿cómo estás?
    Y sí, la ignorancia y la desconfianza (valga la redundancia) :-D; son la causa de muchas equivocaciones.
    Yo creo que vuelve a su gastritis y a un inconciente instinto suicida, ya que no lleva el agua que puede evitar la asfixia.
    Cariñor desde Argentina y ¡Gracias por tu visita y comentario!
    Rorry

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