
Domingo, once de la mañana.
Hora del vermouth en el bar de don Manuel. En el fondo, cerca del sector familias un grupo de jubilados hablando de política. En la mesa junto a la vidriera estaban Cacho y el flaco García. Hablaban, discutían en realidad, como siempre de futbol y, en especial de los equipos de la reserva. Esos que los sábados disputan el ascenso a Primera división. En ese momento llega Mario, se sienta y con aire canchero, dice:
-Che gallego, serví otra ronda. Tenemos que festejar.
-Ufa, Mario, no empecés –dijo el flaco - por una vez que Arsenales mete 3 goles no tenés que hacer tanto aspaviento.
- ¡Qué Arsenales ni Arsenales ! –contestó Mario- Goles, pero goles de verdad son los que anoté anoche. Pensar que el sábado venía mal, Me había fallado la mina con la que iba a encontrarme y no me quedó otra que salir de levante. Me empilché, metí unas gomas en los bolsillos y fui a ver que pasaba en el bailongo de la avenida. No llegué a entrar porque en la confitera de al lado había un minerío infernal. Le eché el ojo a una petisa muy bien armada, con una boca de aquellas. Te estremecías tan sólo de pensar lo que esa boca podría hacer.
Me senté frente de ella y empecé la rutina de galán melancólico. Facha de desgraciado y miraditas lánguidas cada vez que daba una pitada al pucho. Pero era una mina piola, no se iba a regalar. Mirada de acá, sonrisita para allá, lengüita por los labios. ¡La guacha sabía lo que hacía! Ya me tenía volado y ni siquiera habíamos cambiado una palabra. Sonrió y, como sin darse cuenta, dejó caer el bolso que tenía en la falda.
-Ésta es la mía –pensé- y se lo alcancé.
-Che gallego, serví otra ronda. Tenemos que festejar.
-Ufa, Mario, no empecés –dijo el flaco - por una vez que Arsenales mete 3 goles no tenés que hacer tanto aspaviento.
- ¡Qué Arsenales ni Arsenales ! –contestó Mario- Goles, pero goles de verdad son los que anoté anoche. Pensar que el sábado venía mal, Me había fallado la mina con la que iba a encontrarme y no me quedó otra que salir de levante. Me empilché, metí unas gomas en los bolsillos y fui a ver que pasaba en el bailongo de la avenida. No llegué a entrar porque en la confitera de al lado había un minerío infernal. Le eché el ojo a una petisa muy bien armada, con una boca de aquellas. Te estremecías tan sólo de pensar lo que esa boca podría hacer.
Me senté frente de ella y empecé la rutina de galán melancólico. Facha de desgraciado y miraditas lánguidas cada vez que daba una pitada al pucho. Pero era una mina piola, no se iba a regalar. Mirada de acá, sonrisita para allá, lengüita por los labios. ¡La guacha sabía lo que hacía! Ya me tenía volado y ni siquiera habíamos cambiado una palabra. Sonrió y, como sin darse cuenta, dejó caer el bolso que tenía en la falda.
-Ésta es la mía –pensé- y se lo alcancé.
-Gracias, me dijo y así empezó la cosa.
–Venis seguido? –le pregunté
-Esta la segunda vez, ¿y vos?¿Sos habitué?
- Vine a probar. ¿Ay buen ambiente? –le dije--, y me contestó con mirada pícara... Depende para qué...
Me senté a su lado y la convidé con uno de esos tragos que aflojan las piernas y la voluntad. La chamuyé suavecito: Que los ojos, que la boca, que era una diosa total. Le rozaba la pierna como al descuido. Trabajito fino, que le dicen.
-¡Che gallego!…¿Qué hacés?...¿te quedaste dormido? ¿y los platitos de la picada para cuándo?
-¡Que importa la picada ahora, Mario! seguí contando -dijo el flaco mientras se inclinaba, ansioso, apoyando los codos en la mesa.
- Cómo les decía, pobre mina, con el chamuyo y el alcohol ya estaba regalada. La agarré de las manitos y después de un rato de verso, bajó todas las defensas. Una hora después me la llevé al hotel ronroneando como una gata.
Ahí cambió el panorama. Se volvió loca, jugó a la loba y me demostró que no me había equivocado al pensar que se sabía todos los trucos y era capaz de inventar otros sobre la marcha. Era insaciable.
Quedamos para terapia. Antes de abandonar el telo hablamos de encontrarnos en el mismo boliche el sábado próximo, aunque no sé si voy a ir.
-¡Genio! – gritaron los amigotes- ¿Cómo no vas a ir? Si no vas dame el teléfono que la quiero conocer.
No se lo pregunté, así no le daba el mio. La verdad que la mina no daba para otro encuentro –dijo el hombre, mientras canchero se reclinaba en la silla-.
–Venis seguido? –le pregunté
-Esta la segunda vez, ¿y vos?¿Sos habitué?
- Vine a probar. ¿Ay buen ambiente? –le dije--, y me contestó con mirada pícara... Depende para qué...
Me senté a su lado y la convidé con uno de esos tragos que aflojan las piernas y la voluntad. La chamuyé suavecito: Que los ojos, que la boca, que era una diosa total. Le rozaba la pierna como al descuido. Trabajito fino, que le dicen.
-¡Che gallego!…¿Qué hacés?...¿te quedaste dormido? ¿y los platitos de la picada para cuándo?
-¡Que importa la picada ahora, Mario! seguí contando -dijo el flaco mientras se inclinaba, ansioso, apoyando los codos en la mesa.
- Cómo les decía, pobre mina, con el chamuyo y el alcohol ya estaba regalada. La agarré de las manitos y después de un rato de verso, bajó todas las defensas. Una hora después me la llevé al hotel ronroneando como una gata.
Ahí cambió el panorama. Se volvió loca, jugó a la loba y me demostró que no me había equivocado al pensar que se sabía todos los trucos y era capaz de inventar otros sobre la marcha. Era insaciable.
Quedamos para terapia. Antes de abandonar el telo hablamos de encontrarnos en el mismo boliche el sábado próximo, aunque no sé si voy a ir.
-¡Genio! – gritaron los amigotes- ¿Cómo no vas a ir? Si no vas dame el teléfono que la quiero conocer.
No se lo pregunté, así no le daba el mio. La verdad que la mina no daba para otro encuentro –dijo el hombre, mientras canchero se reclinaba en la silla-.
Fue en ese momento cuando sintio, en el bolsillo trasero del pantalón, la presencia acusadora del papel doblado en cuatro y pensó –Mejor es este bolazo y no decirles que cuando me desperté de la curda, ella no estaba.
Que se había dio junto con mi billetera dejando en el cenicero, junto a los forros intactos, una nota que decía:
-Gracias por todo, querido. Sin giles como vos, no sé de que viviría.
-Gracias por todo, querido. Sin giles como vos, no sé de que viviría.
Esta historia de boliche, seguro que es repetida,
pero es algo bien seguro que nadie la admitirá.
pero es algo bien seguro que nadie la admitirá.
Rorry, la Charo
María del Rosario Márquez Bello
Buenos Aires, 15 junio de 2010
Derechos Reservados
jajaja!!!!
ResponderEliminarcuántas veces habré escuchado de boca de hombres historias similares.
Es que el machismo no admite las derrotas. ¿por qué será?
Me encantó el entorno que armaste para contar la historia y el lenguaje "canchero" de los tipos en el bar.
Me quedo con una duda. ¿Arsenales, todavía juega?
besos risueños.
Podría
ResponderEliminarrecitarte
una poesía
en unos instantes
Donde
mi corazón
pudiera
Reflejar
sus sentimientos.
Si están danzando
o han sollozado
Si sueñan
despiertos
o viven dormidos...
...pero para no
abrumarte
tan solo te diré...
Que al terminar
la semana
te sentirás afortunad@
por haber permitido
a los tuyos vagar
Ya que a veces
los sentimientos
necesitan
que se les ceda
el beneplácito del sosiego
María del Carmen
eL MACHISMO SIEMPRE ESTAA PLENITUD EN TODO Y AÚN EN ESTOS DÍAS.
ResponderEliminarHOMENAJE Y REGALO
pasa por
www.cosechadesentires.blogspot.com dónde he dejado algo muy sencillo pero con mi corazón.
y si gustas visita mis otros blogs dónde encontraras temas profundos de interés y algo mas.........
Te dejo un cariño grande
Marycarmen
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Hola SUSURU
ResponderEliminarEs típico, si. Y el idioma, sentí que no podía usar otro pues sino el cuento sonaría muy artificial.
Un Beso
Rorry
Querida gatita
ResponderEliminarGracias por tu presencia y el poema que la acompaña.
Un feliz fin de semana para vos
Rorry
María del Carmen
ResponderEliminarGracias por tu visita y el comentario. Como tu sábes, los comentarios son el alimento de los blogs.
En este momento me dirijo a buscar lo que has dejado para mí y a recorrer tus blogs.
Un cariñoso saludo
Rorry
Jeje, muy bueno Charo. Dime una cosa, ¿ quién crees que forma el machismo, el hombre o la mujer?.
ResponderEliminarVolveré para leer el relato que me intriga y para ver tu contestación a mi pregunta, si deseas contestarla, claro.
Te adoro, un besito.
Querida Lou
ResponderEliminarCreo, siento que El machismo fuí instituído por los hombres, allá por los alborez de la historia. En la época de las tribus cazadoras.
Luego, y hasta nuestros tiempos, envuentra fieles servidoras en muchas, muchísimas mujeres que diferencian entre las nenas y los "varoncitos", al asignarles las tareas que les corresponden en el diario trajinar de la casa y tambien en las consignas u argumentos que tallas en la mente de sus hijos.
Un beso, querida amiga.
Rorry, la Charo