Porque sí, porque la vida lo quiso, soy así. Apasionada y dulce, analítica, pragmática. Acepto la realidad, no me engaño más. Ya me engané, ya me engañaron. Lo lamento, por ellos, no por mi. El dolor, como el sol, madura, forma. y por eso, porque sí... Soy asì.

martes, 21 de julio de 2009

Dos vidas...

Participación en el Juego de la Creatividad
del Blog "Los unos y los otros"
de SUSURU
21 de julio de 2009
Mirta y Aída: Dos vidas




Mirta o Mirty
Confiesa cuarenta y tantos, pero ya pasó los cincuenta.
Es docente en una escuela privada


Aída
Cincuenta y cinco años.
Empleada en un estudio jurídico

Mirta y Aída se conocen de toda la vida. Compartieron juegos, ilusiones y pesares en la cortada de Flores en la que se desarrollaron su infancia y juventud.
Fueron juntas a la primaria pero sus caminos se separaron en el secundario. Mirta optó por el magisterio, el sacerdocio, la vocación de servicio y todo eso. Aída en cambio fue al bachillerato porque, aunque ella quería ser azafata o modelo, sus padres decían que era muy inteligente y su futuro era la abogacía.
Seguían viviendo en el mismo edificio de departamentos así que continuaron siendo amigas.
A Mirta no le resultó fácil el secundario, pero lo terminó gracias a su constancia y fuerza de voluntad. Fue la envidia de sus compañeras porque se casó una semana después de recibirse, ganando de esa manera la carrera disimulada que corrían todas las chicas en esos tiempos: el casamiento.
Por eso luce como un trofeo, en la cabecera de la cama la foto en la que se la ve avanzar hacia el altar enfundada en su traje de novia. Enfundada dije, porque el vestido fue todo lo ajustado que la elegancia, los límites de la decencia y su madre lo permitieron. ¿Por qué tan ajustado? Pues para demostrar que no se casaba “de apuro”. Para enseñarle a las demás que era posible llegar al altar virgen (o casi, pero eso es un detalle del que no voy a hablar ahora). Continuando con la carrera inconsciente por ser la primera en todo, tuvo su primer hijo 10 meses después y, aunque esta meta no hubiera querido alcanzarla, fue la primera en volver a la casa paterna dos años más tarde con un hijo en brazos, otro en la panza y el título de “cornuda” coronado su cabeza.
Entonce buscó en la biblioteca de su cuarto de soltera el título sin estrenar, lo revalido y salió a vivir la vida de una madre separada, con dos hijos que cría la abuela y un marido que se borra.
Fue en ese momento que se instaló en su rostro ese gesto de tristeza, decepción y resignado asombro. Nunca pudo comprender porqué, si hizo todos los deberes, salió reprobada en felicidad.
Aída en cambio pasó por el secundario con la tranquilidad que brinda la inteligencia y luego ingresó a la Facultad de Derecho. Difícil época aquella Facultad de marchas estudiantiles, lucha política, centro de estudiantes, y luego llegó el Proceso. No se recibió pues tuvo que dejar los estudios y hoy, todavía, no entiende como es que está viva. No es que haya participado en política, pero muchos de sus amigos si. Eso, en aquella época, podía ser una condena a muerte o, lo que es lo mismo, a desaparecer.
Hubo en su vida amores y desamores, vanos intentos de felicidad. Es una buena mina, pero no se da cuenta que un aspecto de su carácter hace muy difícil que las personas sean sus amigas. Dice ser tolerante, pero es dura e inflexible con el que se equivoca o no se comporta de la manera que ella cree que la gente debe comportarse. No comprende, ni intenta comprender o justificar los errores de los otros, aunque diga lo contrario y se precie de ser una excelente consejera. No era así, pero lo vida le pasó por encima y ahora es de aquellas de “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”. Aconseja a los mujeres que dejen a los hombres que las maltratan pero ella se sintió “llamada por el destino” para sacar del vicio del alcohol a un hombre al que amaba. Casi muere en el intento, pero no escuchaba los consejos ni las palabras de otros. Gracias a Dios una vez se sintió tan cerca de la muerte que huyo de él y ahora evita hasta pasar cerca de donde él vive.
Mirta está sola, pues sus hijos fueron a buscar su destino en el extranjero. Sigue en la búsqueda de un hombre. Un buen compañero. No espera enamorarse pero sí quisiera alguien con quien compartir en paz, armonía y buen sexo (¿por què no?) el final de su vida.

Aída también está sola. Ella no busca un compañero, sino que busca “el Amor”. Aunque parezca mentira y no lo demuestre, es más pacata, romántica y cursi que Mirta. Para ella el sexo sin “el gran Amor” no existe. No busca un hombre, sino “el Hombre”, aquél que haga sonar la sinfonía de campanas y tina de rosado el horizonta,y bla, bla, bla… Y así es que está sola. Ninguno de sus intentos de pareja duró pues endiosaba al hombre y después se desilusionaba. Hasta que llegó esté último, el borracho…-“Tan sólo se tocaron y sintió una corriente que corría por todo el cuerpo”…- Se había enamorado, él era… ¿Qué era? Dos años después, tuvo que salir corriendo de la casa de él porque quiso ahorcarla en una de sus crisis de alcohol.
Hoy, vuelven a estar juntas como en el comienzo. Las circunstancias de la vida y del país en que viven las obligaron a buscar esta solución para tener un lugar donde vivir. Los que las conocen no comprenden cómo pueden estar juntas. También se preguntan ¿Hasta cuando?
Yo creo que será hasta que Mirta se canse de hacer lo que los demás esperan de ella para ser querida y aceptada…. O hasta que encuentre una buena psicóloga que le haga comprender que es una adulta y no necesita la aprobación de los otros para ser feliz.-

Rorry/la Charo

21 de julio del 2009

1 comentario:

  1. Vine a visitarte y agradecerte tu participación excelente con este relato tan verosimil.
    Me gusta mucho como escribís.
    Es un placer leerte.
    besazo

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