Porque sí, porque la vida lo quiso, soy así. Apasionada y dulce, analítica, pragmática. Acepto la realidad, no me engaño más. Ya me engané, ya me engañaron. Lo lamento, por ellos, no por mi. El dolor, como el sol, madura, forma. y por eso, porque sí... Soy asì.

lunes, 24 de agosto de 2009

Tapas de Hule y Lapiz Tinta

Anoche visite el blog de JoLuis y disfruté del video que pegó en él. Las fotos y paisajes de Galicia trajeron a mi memoria momentos de mi infancia. Se preguntarán por qué... Pues porque en los años 40/50 casi todos los almaceneros eran españoles, generalmente de Galicia (gallegos le decíamos por extensión)
Y aquí esta este pequeño relato que pretende reflejar alguno de esos recuerdos


Tapas de hule y Lapiz Tinta



Lo recuerdo, tenía siete u ocho años. Cerraba la puerta de casa y caminaba unos pasos hasta la escalera. Con el billete de un peso fuertemente apretado en mi mano derecha apoyaba la mano izquierda en el pasamanos y bajaba saltando los escalones de tres en tres... ¡toda una prueba de destreza para mis ocho años! Ya en la planta baja recorría el largo pasillo hasta la prometedora luz de la puerta de calle.. Allí asumía las actitudes compuestas de una señorita, y marchaba presurosa hacia el almacén de don Marcelo.

No comprábamos muy seguido allí. ¡Era muy caro! Casi siempre hacíamos con Mamá las cinco largas cuadras hasta el Mercado del Progreso donde, por la abundancia de oferta, se podía encontrar mejores precios. O, sino, me tocaba la aventura de caminar sola dos cuadras hasta el otro almacén, en la esquina de Valle y Emilio Mitre, para volver triunfante, con un cuarto kilo de azúcar negra en su envoltorio de papel de estraza. Esos paquetes me fascinaban... ¿cómo hacían?. ¡Con qué habilidad tomaban los dos extremos para girar el paquete en el aire, y hacerles esas orejas tiesas y retorcidas! Varias veces quise hacerlo, pero dejé la cocina llena de azúcar y tuve que escuchar los rezongos de mi madre por unos cuantos días.


Cuando me decían: Tenes que ir al almacén de Marcelo, me ponía contenta.. Estaba a la vuelta de mi casa, en la esquina de Valle y Hortiguera. Se entraba, por la ochava. ¿Por qué será que la mayoría de los almacenes estaban en las esquinas? En las vidrieras, que tenían los vidrios sucios,, apenas se notaban algunas botellas de An
ís Ocho Hermanos, caña Legui, Fernet Branca y los clásicos porrones de barro de ginebra Bols.

Las puertas eran de hierro y vidrio biselado, tan sucio y opaco como el de las vidrieras… Adentro... la penumbra. Un olor fuerte, mezcla de humedad, especias y vino rancio. A mis pies, el amenazante vacío del sótano anunciándose a través de la rejilla. Frente a mí el mostrador revestido de estaño y, detrás, altos estantes de madera que se perdían en la oscuridad reinante. Las dos primeras hileras eran de cajones con el frente de vidrio donde guardaban harina, arroz, lentejas y no sé que otras cosas más.

Marcelo era corpulento, casi un gigante, -por lo menos para mí-. De cara redonda y rubicunda flanqueada por largos patillas, anunciaba su presencia con el cansino arrastrar de sus chancletas. Usaba una chaqueta arrugada, de un color extraño, beige, manteca, un color sucio díría yo.

Siempre me mandaban con el mismo pedido: aceitunas, salame, queso Mar del Plata, mortadela y palillos para la "picadita" que se ofrecía a las visitas inesperadas..

Entonces con aire suficiente, Marcelo iba del mostrador a los estantes de donde extraía el gran frasco de las aceitunas, las pesaba en la balanza de dos platos, esperaba que estos se equilibraran y, si esto no ocurría, le daba un golpecito al más remolón de los platillos. Este momento era muy especial para mí porque siempre ligaba una o dos aceitunas. Mucho, pero mucho tiempo después me dí la cuenta de que darme esas aceitunas era una forma de muy inteligente de distraerme, para que no me diera cuenta de que me estaba dando de menos en el peso.

Luego se dirigía a la fiambrera, sacaba la gran bocha que apoyaba sobre una plancha de madera y, con aire experto, cortaba una gran rodaja de mortadela. El queso estaba en la misma fiambrera, brillaba el suero cuando lo sacaba, cortaba una lonja y lo volvía a guardar. Después, llevando en la mano el mismo cuchillo que había usado, se dirigía hacia donde colgaban los salames y tras estudiarlos, elegía el que le parecía más prometedor.

Acomodaba la compra sobre un papel blanco y usando un lápiz negro, hacía la cuenta en uno de sus extremos. En ese momento me asaltaba la duda... ¿Podría pagar todo co un peso? O tendría que decirle que no me alcanzaba la plata y volver a casa por más.

¡Cómo envidiaba a los clientes que, llegado el momento de pagar, esgrimían unas misteriosas libretas negras que sacaban del fondo de la bolsade la compra. El hule negro brillaba en la penunbra del local cuando se la entregaban. Entonces... el las abría y, humedeciendo en su boca la punta del lápiz tinta que llevaba en el bolsillo superior de su chaqueta, anotaba los importes mojando varias veces el lápiz con su boca. (Nunca pude entender porqué para la libreta usaba el lápiz tinta y para los demás el lápiz negro). Luego, tras un momento de laboriosos cálculos, anunciaba el importe con voz solemne.

Esa ceremonia parecía fruto de un pacto secreto. Esos clientes eran especiales. ¡Tenían libreta!. Yo no y me sentía excluida, rara, diferente. Nunca fui una de ellos...
¡Mis padres pagaban al contado!

Rorry, la Charo

María del Rosario Márquez Bello



8 de agosto de 2009



Como cambian los tiempos! En aquella época tener libreta significaba ser alguien con cierto poder, en quien se podía confiar que pagaría el total de la compra a fin de mes.
Ahora, que todo lo hacemos con la tarjeta de crédito, he observado que quienes tienen boleta en los pequeños almacenes que hay en mi barrio son aquellos que no tienen la posibilidad de acceder a una tarjeta de crédito. Gente humilde, que viven en casas tomadas (¿en que barrio no hay casas tomadas?), quizás sin trabajo, viviendo de changas o quien sabe cómo.



14 comentarios:

  1. Querida, me gustó mucho leerte y hasta me hizo recordar tanbiém mis tiempos de niña cuando iba hacer la compra de la semanacon mi madre. Mi papá recibia a la semana. Yo me acuerdo que la gente no compraba un quilo de azúcar por ejemplo, compraba 250 gs o 125 gs. Habia gente que tenia ese libro en donde el hombre escribia el valor de la compra, pero acá no eran las personas importantes era la gente pobre que solo podia pagar al final de més o semana, o cuando tenian dinero.
    Acá en Portugal en ese tiempo los puestos de venta de comida y vinos eran también de gallegos.Estamos cerquita, no?!

    Bessos
    Flor

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  2. Hola Rorry,
    Me encantó el que recordaras estos momentos de tu pasado...
    Acá, en mi pueblo, también existen esas libretas, más que nada para la gente que no tiene solvencia económica o para aquellos que esa vez no llevan el dinero suficiente en la cartera y lo pagarán al día siguiente o al fin de semana.
    Muchos recuerdos, muchos.

    Un besazo

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  3. Cuántos recuerdos vinieron a mi memoria al leer este post. Primero, recordar a mi queridísima abuela gallega, que murió muy joven en Argentina sin poder volver a su tierra.
    La morriña, saudade que trae todo esto.
    Además estás describiendo el barrio en el cual vivo, dónde ahora compro en el Super porq ir al Mercado del Progreso es ir a buscar mercadería de calidad superior, y precios también más altos.
    Caminar por Valle a la altura de Emilio Mitre, en esa esquina hoy hay una panadería que hace unos churros riquísimos.
    Que barrio hermoso. Calles arboladas, construcciones tipo inglés, añoranzas de otros momentos.
    Y el almacenero. El Manolo de Mafalda. Recuerdo que también en los cajones se guardaban los fideos sueltos, la polenta o harina de maíz, garbanzos y no sé q otras cosas más.
    Mi almacenero se llamaba Don José, y el almacén estaba también en una esquina.
    Te acordás de los huevos envueltos en papel de diario? Y de la Yapa?. Cada vez que cortaba una pieza de fiambre que recién la empezaba me incluía la punta. aclarando que ese trozo iba como yapa......Me voy pensando en la Refrescola, quizás refrescando mi mente con historias de otros tiempos, en algunos aspectos mejores, en otros, no puedo decir que fue linda mi infancia, pero eso es otra cosa.
    Un beso enorme enorme por recordarme aquellos días en Carolina Muzzilli y Albariño.
    TE QUIERO

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  4. Me quedé con una duda. La imagen la pintaste vos? porque tenés tantos talentos que no me extrañaría que también fueras artista plástica.
    Besote

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  5. gracias por visitarme y me alegro que aunque el post de Galicia es un poco tristón, vos pudiste encontrar tus recuerdos de niñas mencionando a algunos de tantos gallegos que fueron almaceneros en Argentina.

    Salu2

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  6. Por tu participación en Cuentos de Amor tienes dos premios esperándote en mi casita.

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  7. Hola Rorry
    tu impresion de la libreta negra me hace gracia.
    aqui, en mi propia infancia, era la libreta de los "¿me fia, hasta el sábado no puedo pagar?", las miradas de los otros compradores, el gesto del tendero tan peculiar del "¡¡otra vez...!!
    ese temor al decir "me lo apunta por favor", esa sensacion personal de ir disminuyendo cada vez que vas a la tienda y haces lo mismo y a la vez, ese orgullo y ese coraje que asoma al convencerte de que tu padre es honrado, trabaja pero no le llega para terminar la semana... y al ser mayor el agradecimiento que sientes por aquellas personas que ayudaron a tu familia, aunque robaran todo lo que pudieran y anotaran mas cosas de las que en realidad te habias llevado...
    en fin Rorry hoy efectivamente todo ha cambiado. La gente antes vivía por encima de sus posibilidades porque iba de fiao a por cuarto kilo de azúcar o de lentejas para poder comer ese día... pero hoy es indecible lo que la gente sufre por vivir "por encima de sus posibilidades", coches, viajes, vacaciones, ropa de temporada, zapatos, fines de semana en grandes hotelazos... ¡¡todo un sufrimiento de cuatro o cinco tarejtas de crédito!!

    un besote y muy agradables tus escritos
    esgualou

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  8. Hola Flor
    Yo tengo la misma impresión que vos, que la libre debía ser para quienes no disponían de dinero, pero quiso la casualidad que tenia libreta una amiga cuyos padres ganaban muy bien. Ahora que lo pienso, quuizás habían sacado la libreta para que la hija pudieran hacer la compra cuando ellos no estaban, dado que ambos trabajaban casi todo el día y ella estaba con la mujer de servicio. De esa manera controlarían el gasto.
    Gracias por tu visita y comentario.
    Ví que tenés un nuevo post, aaí que seguro me trandras de visita por allí.
    Un beso

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  9. Gracias Gus!!!!
    Yo pienso que debería ser así, pero mi visión de niña interpretaba otra cosa.
    Tal como le escribí a Flor la familia a quien yo conocía con libreta, supongo que la habría pedido para controlar el gasto de la mujer de servicio.
    Un beso grande para vos

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  10. Hola Su!!!
    Contame en que calle vivís ahora. Yo viví desde los 2 años hasta los 24 en José A Terry al 200, en el único edificio de departamentos de 2 piso que hay allí. Ese barrio es divinoooo!!! Iba al colegio de Pedro Goyena y Cachimaho y pasaba todos los días por Antonio Ferrario. Añoro la calle Hualfin y sus veredas lilas en los tiempor de los jacarandaes en flor. ¡Ese perfume!!!
    Aprovecho para decirte que no la hice yo, buscando imágenes en google la encontré pero sin nombre de la artista. Fué una asignatura pendiente en mi vida aprender a pintar acuarelas pero creo que quedara pendente por mis ojos. Mi tío pintaba al óleo y al pastel, era amigo de Jorge Larco y mi tía acuarelas.
    Besos Grandes para vos....
    Y, ya voy a pasar a buscar mis premios!!!!

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  11. Jo Luis
    Gravias a vos por visitarme y por tu comentario.
    Claro que tu post era triste y, quizás por eso, recordé a mi almacenero pues recuerdo la cara triste de la esposa cuando hablaba de su terruño.
    Y así tambien con tantos inmigrantes...
    Un Beso

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  12. Hola Esguá...
    Te digo que quizás mi impresión se debió a que la persona que tenía libreta era una amiga cuyos padres trabajaban todo el día y tenían muchacha de servicio. Ahora que lo pienso, quizás la libreta era para contralar el gasto diario que había esta señora pues ellos derivaban en ella la compra semanal.
    Y con respecto a la actualidad tenés razón, ahra la gente se endeuda por gastar más de lo que tiene.
    Un beso grande, gracias por las cosas lindas que decís de mis escritos y por visitarme...

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  13. Hola!!! yo vivo en Alberdi y José M. Moreno y mamá vivió estos últimos tres años en Valle y Cachimayo.

    Increíble esas casas y el colorido de las flores de los árboles.

    Pedro Goyena, Hualfin tienen ese toque elegante y esa tranquilidad que en esta barrio no es común.

    Me encanta caminar por allí.

    Nos podríamos encontrar alguna vez. Será sensacional.

    qué opinás?

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  14. Imaginate lo que era en aquellos años, adoquines en Pedro Goyena, el olor a tabaco de la Fácbrica de cigarrillos Nobleza (donde ahora está la sede de la UNiversidad), los tranvías y el subte. ¿Sabñes que ese barrio tan hermoso entre Emilio Mitre y Centera era de un plan Municipal? ¡Ay que lindas que son esas casas por dentro!
    Sería genial que nos pudiérmos encontrar algún día, caminar un poco por esos barrios y tomar un café. :)
    Creo que en uno de los mails que te envié está mi tel. Si no lo tenés, avisame y te envío un mail.

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